Tengo la poesía flaca, como languidecida letras pálidas, o quizá un tanto grisáceas, con aroma de monóxido
asfixiadas metáforas, creo que se debe a la contaminada metrópolis que da lugar a las historias
pero hoy una poetisa me advirtió sobre la penumbra, me ha invitado a pasearme por el campo abierto, a caminar un poco más, a dejar de sentir la suciedad del dinero en mis manos, a permitirme vivir un poco más, mientras aun quede algo de vida, en mí, en vos.
Mi amada muerte, ya no eres más una enemiga he conseguido engañarte con un rostro pueril
te he hecho mi amante sin darte a cambio mi vida seduciéndote con la penumbra, pero a tus espaldas gozando de la vida plenamente
ya tendrás oportunidad para cobrarte cada uno de mis engaños pero no sucederá por cuenta mía, tendrás que venir hasta aquí, hasta mis pies, un martes cualquiera, pero te advierto que no iré en tu búsqueda, como lo he profesado tantas veces.
Poderte sorprender con la misma ciudad es el verdadero reto encontrar la sutileza en cada aspecto de la metrópolis
ver en cada esquina la novedad en medio de la cotidianidad lanzar la rutina por la borda de la ruta del bus
poder viajar, pensar, respirar diferente cada día poderme enterar de la existencia de árboles que llevaban más de 60 años allí ¡ese es el verdadero milagro¡ no el huir de aquí, y crear nueva monotonía allá.